La historia de Stephanie: segunda parte

La preeclampsia sucede en 1 de cada 25 embarazos y es responsable por el 10-15 % de las muertes maternas en el mundo. Millones de personas tienen una historia de la preeclampsia que contar. Esta es la segunda parte de la historia de Stephanie, 21 años más tarde. 

Las Historias de Ovia es una serie que se adentra en la experiencia compartida de la comunidad.


«En el 2000, mi esposo y yo planeamos un viaje a Chipre para cuando yo tuviera 25 semanas de embarazo con Nick. Los médicos me dijeron que podía viajar. 

Pero alrededor de las 22-23 semanas de gestación, empecé a hincharme. Los zapatos me apretaban y no podía usar mi anillo de boda. Me preguntaba si eso era normal. Hablé con mi proveedor de atención médica y pensó que todo iba bien. El día antes del viaje, algo no se sentía bien. Le llamé para decirle que estaba nerviosa debido a la hinchazón y que no me sentía bien. 

Fui admitida para que me realizaran unas pruebas. Tenía la presión arterial alta y pequeñas cantidades de proteína en la orina. Me entregó un folleto sobre la preeclampsia y me dijo que estuviera pendiente de los signos. Pensó que solo eran mis nervios sobre nuestro próximo viaje y era seguro viajar. 

Recuerdo estar sentada en la oficina y me sentía bien inquieta. En algún momento dijo: «Es muy poco probable que desarrolles preeclampsia tan temprano en tu embarazo». Ellos eran los expertos y era mi primer embarazo. Conocía muy poco sobre la preeclampsia en ese entonces.

Me sentía dividida, pero decidimos ir. Pasé toda la primera noche en Chipre enferma. En la mañana, la familia de mi esposo me llevó a una excelente clínica privada. Los proveedores de atención médica me realizaron unas pruebas y en seguida me diagnosticaron con preeclampsia. Estaban sorprendidos que me habían dicho que podía viajar en ese punto del embarazo, con signos de preeclampsia. Me dijeron que no podía regresar a casa en Estados Unidos y que mi bebé nacería en Chipre.

Tenía 25 semanas de embarazo.

Fui admitida a la clínica, vigilada muy de cerca y me realizaban pruebas a cada momento. Cada día aumentaba más de peso debido a la hinchazón por la preeclampsia. Al final de la semana, mis ojos estaban casi cerrados de la hinchazón. Casi no podía ver la expresión en la cara del señor que tomaba las muestras de sangre. Cada día se veía más preocupado.

Honestamente me ayudó que hablaban griego y no podía entender nada de lo que decían. Al cabo de una semana, me trasladaron a un hospital cercano que contaba con una unidad de cuidados intensivos neonatales. Al siguiente día me hicieron una cesárea de emergencia».


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